domingo, 10 de junio de 2012

Jibeuro (Todos los caminos llevan a casa)


La trama de la película trata sobre una madre que tiene que salir de viaje por un tiempo y no puede cuidar a su hijo así que ella lleva a su hijo con su madre la cual vive en las montañas y le pide que cuide a su nieto. Pero este niño (Sang-Woo) de siete años es mimado y voluntarioso y en definitiva no le agrada el hecho de que debe mudarse a casa de su abuela muda en la rudimentaria provincia surcoreana, ya que su madre debe trabajar en Seúl. Ante el cambio de entorno, su caprichoso carácter hace de su estadía un acto de rebeldía enfrentado por su tolerante abuela con incontestable “amor fraterno e imperturbable paciencia.


Es un sencillo ejercicio de narrativa cinematográfica realizado por Jeong-Hyang Lee, cuya moderación no contraría el hecho de hacer de este filme una pieza de sólida fortaleza dramática al abogar por el acercamiento entre dos mundos irreconciliables en primera instancia y que, a la postre, encuentran un indisoluble punto de unión.






Reparto: Kim Ui-Boon, Yoo Seung-Ho, Min Kyung-Hoon, Yim Eun-Kyung, Dong Hyo-Hee.
Director: Jeong-hyang Lee.
Música: Kim Dae- Hong
Fotografía: Ion Hong- Shik
Pais: Corea del Sur
Año: 2002
Duración: 85 minutos.

 


Mi opinión 
El pequeño Sang-Woo (Seung Ho-Yoo), “formado” (porque es evidente que no está educado) en el abismal mundo del consumismo y sobrecogido por las necesidades “materiales” de una sociedad enloquecida y descontroladamente extendida, enfrenta un choque con un mundo esencial, básico.
Evidentemente, él está acostumbrado a las comodidades urbanas, y no comprende cómo su abuela (Eul-Boon-Kim) puede vivir sin energía eléctrica ni agua corriente. Le resulta impensable este universo rural entregado a la contemplación y enraizado en vetustas tradiciones, donde ni siquiera puede hacerse de baterías para su videojuego, en un lugar que para nuestros tiempos pareciera emanado de la imaginación “arcaica” de un escritor del siglo XIX, pero que demuestra que el origen, es el elemento indispensable para la evolución de cualquier sociedad. 

Su abuela, una anciana muda, que se comunica a través del lenguaje silencioso del corazón, que sabe, pero que también aprende, lleva de la mano, no sólo al nieto sino hasta a quienes estamos atentos de su pausado y encorvado andar , que mágicamente cautiva y enseña, para dejarnos un poco de sabiduría de sus manos parlantes. Es una sencilla y noble persona que siempre se la pasa cubriendo sus necesidades o cumpliendo sus peticiones de Sang-Woo, las cuales a veces son algo complicadas y caprichosas y la ponen en situaciones peligrosas o inconvenientes como cuando le pidió que le llevara pollo Kentucky o cuando la dejo a pie desde la ciudad y que carga sus cosas ya que no quiso ayudarle a llevarlas, por “no verse mal” ante una niña; esa para mí fue una de las escenas más crueles. 

El niño es francamente odioso a momentos. Sin embrago aprende a comprender el silencio obligado de su abuela en un proceso de humildad y paciencia. El protagonista vital es el aprendizaje, el transmitir la afable virtud de la humildad y la importancia de los lazos familiares como insustituible cualidad formativa.


Esta historia es un claro ejemplo de que la mayoría de las personas somos materialistas y nos dejamos llevar por las cosas superficiales en vez de fijarnos en lo que realmente importa, me refiero claro está a los actos de amor y de cariño. 

Como cristiano no puedo dejar de remitirme a la actitud que como seres humanos tenemos ante Dios, como hijos rebeldes, queriendo hacer nuestra voluntad de manera caprichosa, y Él como Padre amante pacientemente, solo busca nuestro bienestar, en ese aparente silencio nos prodiga amor. Y siempre está dispuesto a recibirnos y consolarnos en sus tiernos brazos.

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